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Charles Mingus y Colombia: Cumbia, Jazz, Fusión



Componer el soundtrack de una película fue el inicio de un viaje que llevó al contrabajista hasta las raíces de la música colombiana.


El contrabajista Charlie Mingus tenía 30 años cuando, junto a Max Roach, fundó su propio sello, Debut Records. El álbum insignia de ese período es The Quintet: Jazz at Massey Hall (1953), grabado en Toronto junto al propio Roach, Bud Powell, Charlie Parker y Dizzy Gillespie (de hecho, es la última grabación de Bird & Diz juntos).


Ya había colaborado con Lee Young (hermano de Lester), con Louis Armstrong y había debutado como compositor con la Orquesta de Lionel Hampton en 1947. "Charlie Parker veía en mí más un compositor que un contrabajista", declaró.


Pero fue entre mediados de los 50 y la década siguiente que Mingus se ganó un lugar en el olimpo jazzístico, construyendo un universo propio, en el que confluían sus raíces bluseras con una proyección armónica integrada al Third Stream, el movimiento fundado por Gunter Schuller, que unía al jazz con la música clásica, y a las primeras expresiones del free jazz. De ese período podemos destacar álbumes claves como Pithecanthropus Erectus (1956), The Clown (1957), Mingus Ah Um (1959) y Money Jungle, su histórica colaboración junto a Duke Ellington y Max Roach, de 1963.

El nexo entre Mingus y la música colombiana fue el saxofonista Justo Almario, que había llegado desde su Sincelejo natal a los Estados Unidos en 1965.

Ya había coqueteado con la música mexicana ("Tijuana Gift Shop", "Los Mariachis"), en otro indispensable: Tijuana Moods (1962), pero fue en 1977, en el que sería uno de sus últimos trabajos antes de contraer ELA (esclerosis lateral amiotrófica), cuando fue convocado para musicalizar una película italiana sobre el tráfico de cocaína entre Colombia y Nueva York. Ese disparador hizo que Mingus se fascinara con la música de raíz colombiana y realizara una de sus composiciones más fantásticas: "Cumbia & Jazz Fusion", una suite de 28 minutos que Jaime Andrés Monsalve, Director Musical de la Radio Nacional de Colombia y ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolivar, definió como "una tromba vanguardista de media hora que mezclaba sonido de big band, free jazz y ecos de la música de Nueva Orleans con la cumbia".


El nexo entre Mingus y la música colombiana fue el saxofonista Justo Almario, que había llegado desde su Sincelejo natal a los Estados Unidos en 1965 y que unos años más tarde, en 1971, se había transformado en el director musical de la banda de Mongo Santamaría. Según indica Monsalve en Los años cumbieros de Mingus, su impecable artículo de largo aliento publicado en la revista El Malpensante, fue a principios de 1977 cuando el contrabajista citó a Almario y un par de colegas colombianos (Alfredo Ramírez "el Opita" e Hiram Remón) a su casa de campo en Woodstock. Llegaron con una buena pila de discos de música folclórica: Los Gaiteros de San Jacinto, Lucho Bermúdez y la Orquesta de Pello Torres.


Después de una escucha informal ("Esto es música de mi raíz, de raíz negra", dijo Mingus), hicieron una maratónica jam session en la que develaron la rítmica de la cumbia.


Luego de esa experiencia, Mingus, con el saxofonista y oboista Paul Jeffrey como aliado, trabajó arduamente para lograr esa fusión entre la cumbia y el jazz de avant garde. Ante la ausencia de gaiteros colombianos en Estados Unidos, decidieron emular esas sonoridades con oboes, fagots, flautas piccolo y clarinetes bajos.


La grabación de la suite, finalmente, se realizó el 10 de marzo de 1977. En el estudio confluyeron músicos de extracción jazzística como el trompetista Jack Walrath, el trombonista Jimmy Knepper, el saxofonista Ricky Ford y el pianista Bob Neloms, junto al legendario percusionista cubano Cándido Camero y los colombianos antes mencionados, salvo Justo Almario, que no pudo participar de la sesión porque estaba de gira con Mongo Santamaría.


El resultado trasciende la rareza, y es un verdadero tour de force, que lleva al folclore colombiano a una nueva dimensión.








Humphrey Inzillo / LA NACION

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