Cuando el COLO-COLO nació en el QUITA PENAS
Luego de la estrella numero 34 ganada por el club popular, en POST𐤀 quisimos repasar su anecdótico comienzo, de la mano del fallecido premio nacional de periodismo Hernán Millas.
A Julio Lanzarotti, talentoso director de la revista Ercilla, (hablo de la década del 60 del siglo pasado),cuando en su tripulación contaba con Lenka Franulic, Lucho Hernandez Parker, Isidro Corbinos, le gustaba distraer las tareas. Así, un día me encargó que escribiera sobre los orígenes del Colo Colo .
-¿Y por qué yo y no Corbinos? –alcancé a mascullar.
Me refería al inolvidable Pérez- como firmaba Corbinos, quien llegase en el Winnipeg, el barco que trajo a miles de refugiados españoles, escapándose de la muerte.
-No quiero una crónica deportiva , sino contar cómo y por qué un grupo de de modestos profesores primarios formó el que llegó a ser el club más popular.
Posteriormente debí entrevistar a Sergio (el Sapo ) Livingstone, quien me contó el enojo paterno cuando le comunicó que abandonada su carrera de Leyes para convertirse en futbolista.
Esa noche el Club estaba de aniversario. Carlos Cariola -periodista y comediógrafo, autor del sainete más representado en aquellos años, Entre gallos y medianoche, -era presidente del club, y accedió a invitarme a la comida , donde estarían Alberto y Francisco Arellano, hermanos del mítico Daniel, y varios de los jugadores que formaron el equipo inicial.
Fui yo el que tuve la gran noche. Pocas veces me he recreado más con los personajes a los que me acerqué, y que me revelaron su prodigioso mundo.
En días en que el lumpen de algunas barras ensuciaba lo poco que iba quedando de un deporte, tal vez este cuento de los orígenes se parezca a cuando un día el Presidente John Kennedy expresó que le gustaría que su nación volviera a impregnarse de esa purez que amanaba de los cuáqueros en los años de la colonización del Oeste.
Aclaro que diferencio al hincha, que cada semana sufre y goza con su club, del fanático que en. estado de enajenado mental mira el partido, pero no lo ve, pues está divisando al enemigo. Si se trata de una Selección el contendor es el país que ella representa. Y el honor de la Nación lo representa una pelota. Eso explicaría que en 1969 El Salvador declarara la guerra a Honduras y lo invadiera, sólo porque le había ganado un partido.
Para ser bien chileno, el nacimiento del Colo Colo tenía que ser alrededor de una mesa con una corrida de botellas de pílsener. El lugar, calle Panteón (Zañartu actual) 1125. Allí estaba el Quitapenas, llamado así porque colindaba con el Cementerio General, y después de un funeral los apenados deudos pasaban allí a buscar consuelo.
Esa tarde del 4 de abril de 1925 llegaron a ese recinto de condumios y bebidas, dieciséis jugadores que una hora antes habían sido despedidos del Magallanes. También ellos tenían que quitarse una pena.
Si eligieron ese lugar fue porque se habían venido caminando por Independencia desde la sede del Club, situado en las cercanías de la Plaza Chacabuco, dejando pasar los tranvías y las ‘góndolas’. Las ideas de ‘qué paso darían’ se alborotaban.
Unos proponían presentarse todos a un club de fútbol (se habló del Santiago, que aún no agregaba el apellido Morning) y del Badminton (hoy desaparecido), hasta que se preguntaron “¿y no podríamos formar nuestro propio club si tenemos el cuadro completo?”.
En ese momento terminó el alicaído ánimo. No podían discutir los planes en la calle. Y así resolvieron buscar un local.
Cuando entraron al Quitapenas los proyectos alegraban sus rostros, contrastando con los de los dolientes que estaban en el local. Vaya a saber si se sentaron en una de las mesas en la que el poeta Pedro Antonio González, allá por el 900, frecuentaba el bar, que había elegido para aliviar su sed inagotable, humedeciendo la inspiración que le permitiría escribir la mayoría de sus poemas. Era acaso la misma que requerían los peloteros.
“Hablemos con Tomasito Olivos. El va a todas las paradas y nos prestará las canchas del Llano. (Allí la Caja Nacional de Ahorros (después Banco del Estado) había construido un Estadio para su personal... De aquí a dos semanas tiene que nacer el club. Hay que buscar un nombre que pegue”.
Bullían los planes.
¿Por qué se habían ido, sentidos y humillados del Magallanes?
El Magallanes había nacido en 1897 cuando el Atlético Escuela Normal, un club formado por quienes estudiaban para maestros primarios. En 1901 le buscaron otro nombre, ya que los fundadores habían egresado , y le pusieron Baquedano , por el general que se destacó en la Guerra del Pacífico. Tres años más tarde se preguntaron qué hacía un militar en el fútbl, y volvierton a cambiarle el nombre . Esta vez el definitivo: Magallanes. La mayoría de los dirigentes y jugadores siguieron siendo profesores. Los tre4s hermanos Arellano venían de la Normal.
En 1925 faltaban ocho años para que el fútbol fuera profesional. Si se cobraba 40 centavos por entrar a ver los partidos, los jugadores también debían pagar otros 40 centavos para tener derecho a jugar. El amor a la camiseta era loa único que prevalecía.
Existía una tendencia hacia el ‘amauterismo marrón’, en la que los clubes en forma indirecta
buscaban darle algunas granjerías a los jugadores. Se habían conocido algunas denuncias que derivaron en condenas públicas. Un socio del Badminton, por ejemplo, que tenía una carnicería, les daba vales a los jugadores que metían goles; los jugadores del Santiago, por su parte, no pagaban pasajes en las ‘góndolas’ (primitivos buses), y que pertenecían a socios.
Era comprensible, por lo tanto, que la directiva del Magallanes llegara ese año a la exageración de rechazar en forma airada una petición de sus jugadores enteramente lógica: que les pusieran una ducha porque tenían que manguerearse, y que les proporcionaran el equipo completo.
“Si están con ésas, va a llegar el día que querrán que les paguen por jugar”, fue la enojosa respuesta.
Lo del ‘equipo completo’ tenía una explicación, porque en aquella época los clubes trataban que sus jugadores entrasen a la cancha llevando todos en lo posible un pantalón corto y una camiseta. No importaba que los colores y las hechuras calzaran. Lo usual era que varios jugadores se arremangaran los pantalones para entrar a la cancha.
Había otra práctica que disgustaba a los jóvenes. A los dirigentes y a la mayoría de los jugadores del equipo A (el de los viejos) le gustaba mucho prolongar la noche. Más de alguna vez sus integrantes llegaron trasnochados a la cancha, y con un tufillo que acusaba la mala conducta, eso molestaba a los Arellano y sus compañeros que, como profesores, cultivaban una vida ordenada.
La muchachada, la que formaba el cuadro “B” , quería que algunos que estaban en el cuadro “A”, y que había pasado los 30, les dejaran el lugar.
Esa pugna de generaciones -y de valores -, que iba a desembocar finalmente en la escisión, alcanzó su climax cuando se trató de elegir al nuevo capitán del equipo, y el nombre de Manuel Arellano era el más repetido.
Era costumbre que en la votación participaran sólo los jugadores , pero aquella vez la directiva, al sospechar que Arellano sería elegido, anunciaron que ellos también votarían.
Juan Quiñones, uno de los jugadores, pidió la palabra para protestar. El dirigente Santiago Nieto, el más representativo del viejo cuño, se la negó, y desafiante agregó:
-Aquí no se tiene a nadie a la fuerza. La puerta es muy ancha.
Volvió a repetirlo.
David Arellano se levantó de su asiento y se dirigió hacia la puerta, Varios lo imitaron. Cuando salía, uno de ellos gritó “¡Que jueguen los viejos!”
En la calle se les unió otro grupo de jugadores que pertenecían al cuadro “A”. Al comienzo comenzaron que irían a pegarles. Estaban en inferioridad y esperaron lo peor. Pero la intención era otra. Les dijeron: “Los seguimos”.
El 19 de abril se funda el nuevo club.
Quiñones presidió la reunión. El primer punto de la tabla era el del nombre. Algunos pensaron en nombres ingleses, muy en boga, ya que fueron los ingleses los que trajeron el fútbol a Chile : Wanderers, Badminton, Everton. Los jugadores no eran futbolistas, sino que footballers , y los arqueros gooalkeepers. Otros hablaron de Independiente, recordando el club argentino. Pero todos se dejaron convencer cuando Luis Contreras dijo:
-Creo que el nombre debe ser recontra chileno. Estos últimos he estado revisando libros de historia , y encontré el nombre de un cacique que fue compañero de Caupolicán, y que se destacó por su bravura: Colo Colo. Hasta es fácil de pronunciar.
Fue aprobado.
Pasaron a elegir el uniforme. Como todos los demás equipos usaban pantalones blancos, quisieron distinguirse con el color negro. Lo mismo sucedía con las zapatillas. David Arellano (qué sentido del destino) propuso que le agregaran un rojo para no estar tan de luto, y que el Quitapenas les pudiera penar. La camiseta sería blanca ‘para significar la pureza del colocolino’.
El uniforme se materializó gracias a una ‘vaca’ cubierta entre todos y a la ayuda de algunas ‘picadas’ y amistades. Por ejemplo, la que recibieron de un zapatero remendón que tenía su taller en la calle Borja, pasada la Estación Central y que los seguía en todos los partidos. Lo conocían como el Guatón Navarrete (‘nunca le supimos el nombre’) , y él les decía que en Argentina , según le contaba un compadre con el que se escribía, estaban colocándole topertoles a los zapatos de los futbolistas. Lo visitaron ara comuniacarle que por unanimidad lo habían designado proveedor de los zapatos.
-¿Con toperoles?
-Bueno, con toperoles.
También decidieron buscar algunos mecenas. No para que aportasen dinero, sino para que los protegieran, ya que Magallanes se las había jurado. Habían presentado su solicitud de admisión a la Liga Metropolitana (la Asociación Nacional de Fútbol de hoy), la que les fue rechazada. Si no eran admitidos en la Liga, no podrían jugar más que pichangas.
Pensaron varios nombres de políticos con influencias. Olivos, su protector en el Estadio El Llano, les dio el nombre de Luis Barros Borgoño, que había sido el derrotado contendor de Arturo Alessandri (el León) cinco años antes. “Don Lucho es el director de la Caja” (la Caja Nacional de Ahorros, que años después pasó a llamarse Banco del Estado, fusionándose con otras entidades).
Siguieron su recomendación. El sonrió encantado cuando le comunicaron que habían acordado su designación como Presidente honorario. Les preguntó si acaso les habían contado que en el Instituto Nacional él jugaba fútbol cuando era estudiante
Excelente elección. Meses más tarde, Alessandri lo designaba su Ministro del Interior, para en seguida renunciar y dejarlo como Vicepresidente. Tampoco erraron al acudir a Manuel Salas Rodríguez, primer regidor de la Municipalidad de Santiago, y comunicarle que habían decidido designarlo como Vicepresidente honorario, La protección se prolongaría con el tiempo, pues Ibáñez, dos años más tarde, lo nombraría Intendente de Santiago.
Pero ya con esos dos ‘papitos’ su solicitud de ingreso a la Liga fue aceptada, con la única protesta del Magallanes. Dirigentes de otros clubes, que había solidarizado con Magallanes, argumentaron que no era atinado agraviar a tan destacadas figuras.
Para demostrar que no les guiaba el “profesionalismo”, se acordó que los jugadores pagarían una cuota de cinco pesos mensuales , mientras que los socios harían una erogación voluntaria.
El debut se fijó para el 10 de mayo frente al Barcelona (después se llamaría Iberia). Pero ese día llovió y se suspendió el partido.
La próxima fecha fue fijada para el 31 de mayo frente al English , equipo formado por funcionarios de la Embajada inglesa y empleados de la tienda Gath y Chaves, de Estado esquina de Huérfanos.
Colo-Colo causó un murmullo de sorpresa al entrar a la cancha. Todos bien peinados (“yo nunca me había echado gomina’ contab a un crack) , bien afeitados y con el uniforme impecable. Golearon 6 a 0.
Los derrotados demostraron su fair-play, y les dijeron que había que celebrar el debut y los invitaron con toda su familia a unas onces en el Tea Room de Gath y Chaves.
El segundo partido fue con Santiago, donde golearon por la abultada cuenta de 14 a 0. Se empezó a hablar del ‘fenómeno Colo-Colo.’
LLegó luego el ansiado encuentro contra Magallanes. Se jugó en los Campos Sports de Ñuñoa. (Aún se usaba la expresión Deportes en inglés) , para no perder la tradición. Era tanta la expectación que por primera vez la Compañía de Tracción Electrica colocó un servicio especial de tranvías. Cinco líneas de góndolas (abuelas de los buses ) fueron desviadas hacia Irarrázaval.
Colo-Colo volvió a ganar: ésta vez por 2 a 0. “Los viejos hasta nos patearon al arquero”, recordaban.
La prueba de fuego derrotar a Unión Deportiva Española, que era invicta. Con ese triunfo se clasificaron campeones del año.
Los diarios analizaban el ‘caso’ del Colo-Colo. David Arellano respondía al reportaje de un diario: “Tomamos el fútbol con seriedad. Casi todos somos profesores , y practicamos en la cancha lo que enseñamos en clases”. Y en una entrevista a La Nación, revelaba un secreto, que había aprendido en un viaje a Buenos Aires y Montevideo, que eran en aquellos años, junto con Río, las catedrales del fútbol: “Este es un juego colectivo –decía- y nosotros avanzamos ordenadamente”. A diferencia del estilo de entonces , en que cada jugador hacía lo que quería, y la única norma era ‘ir siempre para adelante”.
La fama de un club que ganaba todos los partidos se extendió por el país. En ninguna parte se alojaron en un hotel, porque todos se disputaban llevarlos a sus casas.
El grito de “¡Colo Colo es Chile!” brotó espontáneamente cuando en 1926 el equipo se embarcó en Valparaíso en el vapor León XIII, rumbo a Europa. Era el primer club chileno que se atrevía.
Carlos Cariola me contaba que le habló a un empresario que traía compañías de zarzuela desde Madrid. “Pero entre La Rosa del Azafrán y esos muchachos que patean una pelota hay una gran diferencia” le argumentó. “Sí, la diferencia que ellos actúan en un Estadio, y los otros en un teatro”, lo contradijo. No lograsba convencerlo.
Todo cambió cuando se produjo el desastre del Real Deportivo Español. Campeón de la península, había venido en gira a América del Sur, y se retiraba invicto, después de jugar en Río, Montevideo y Buenos Aires. En el arco venía el ‘divino Zamora’. Eso no impidió que Colo Colo le metiera ¡ocho goles!
El empresario se decidió. Fueron a España y jugaron en Valladolid, la noble ciudad de Castilla la Vieja, centro del Renacimiento español, y como si el destino hubiera decido elegir un m arco adecuado allí ocurrió la tragedia.
Colo Colo le había ganado a Unión Real Deportiva de esa ciudad, y se jugó la revancha.
Alberto Arellano, que ese día estaba en la banca, reconstruyó los hechos.
“Se jugaban 20 minutos del primer tiempo, y los albos perdían por 2 a 0. Fue en ese instante cuando David arremetió impetuoso contra el arco rival. Quiso alcanzar la pelota y Hornis, defensa del equipo local, le salió al paso. En el salto, donde ambos trataron de imprimirle una nueva dirección con la cabeza, los dos se estrellaron en el aire, y cayeron “.
“Pero mientras Hornis caía de espaldas y con las piernas levantadas, , David se iba de bruces, yendo a golpear su estómago contra sus rodillas. Mi hemano no pudo levantarse”.
Alberto agregaba que él nunca había temido por la suerte de David, porque sabía que siempre se levantaba, pero esta vez presintió que algo grave ocurría y corrió hacia él.
“Estaba muy pálido. Le pregunté qué sentía , temiendo alguna complicación en la hernia de que sufría. Muy débil, me respondió: “De este golpe no me salvaré, Alberto…”
“En aquellos años ni soñar con que se viajara con un médico. Ni siquiera el estadio contaba con uno. Era otra relidad. Hay que pensar que los jugadores, que debíamos mantener nuestros hogares con otra ocupación, ya que el fútbol no era remunerado , debimos solicitar licencia en nuestra fuente de trabajo para realizar esa gira”.
Alberto aseguraba que a nadie se le pasó por la mente que la dolencia podría ser fatal. Sacaron a David de la cancha, lo vistieron, y lo trasladaron en auto al hotel.
Mientras, el resto del equipo seguía jugando, y la derrota la convirtió en un empate 3 a 3. ”Es que David acotaba uno de sus compañeros nos había enseñado que ‘detrás pica el indio’.
Ya en el hotel, se llamó a un médico, y mientras éste llegaba se le pusieron comporesas frías en el lugar del golpe, a la altura del hígado. “El facultativo, después de examinarlo, -continuó Alberto-, dijo que no era nada grave, lo que nos confortó”.
Agrega que pasó la noche en medio de fuertes dolores, que los soportaba con un valor admirable.
“En las primeras horas de la mañana decidimos llamar a otro médico. Nos recomendaron al doctor Mardones, que era profesor de la Escuela de Medicina y reputado como el mejor facultativo de Valladolid”.
Morales acudió inmediatamente, lo examinó, y en su rostro se leía un mal presagio : se le había declarado una peritonitis , producto del golpe. El caso era perdido, y sólo podría intentarse una difícil operación siempre que el enfermo experimentara alguna mejoría en las horas siguientes, de otro modo, no resiostiría la intervención. La mejoría no se produjo.
Con voz entrecortada,. Los años transcurridos, Alberto rememoraba el fin de su hermano.
“A las seis de la tarde nos llamó a todos. Nos expresó que sabía que iba a morir. Con una tranquilidad admirable. Se despidió de cada uno, haciéndonos encargos. A sus hermanos nos pidió que siempre cuidáramos de nuestra madre, a la que envió muchos besos. Tratábamos de retener las lágrimas. Una hora después entró en la agonía. Sus últimas palabras estuvieron dirigidas a sus hermanos: “Adiós, cuiden a mi mamá”.
El Colo Colo había perdido su alma. A las camisetas se les agregó una cinta negra. Durante veinte años, antes de iniciar un partido, el equipo guardaba un minuto de silencio por la memoria de su capitán.
De esa comida- aniversario, cuya nostalgia un hincha de la “U” compartió , guardo el recuerdo de una confidencia: hasta el día de su muerte , los jugadores del Colo Colo llegaban a la casa de su madre con un sobre con dinero recaudado entre todos, equivalente a su sueldo de maestro. Francisco y Alberto Arellano intentaron muchas veces disuadirlos, sin conseguirlo. Lo que también me contaron es que la barra del Club la formaba inicialmente la ‘cabrería’ que iban a ver jugar a sus maestros.
El fútbol-corazón permaneció hasta 1932. En 1933 debutó el profesionalismo. Después, el fútbol -empresa. Que significa que un jugador gane un sueldo anual de millones de dólares.
Y los cracks , con sus millonarios sueldos, pasaron a ingresar a las ‘columnas de corazón’ de la farándula, con el atractivo de sus bolsillos.
Un mundo que el mítico David Arellano y sus compañeros, no vislumbraron.
Por: Hernan Millas Correa.
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