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Francisco Orrego: Clases de Orgullo

Muchos han comentado sobre una reciente columna de opinión que analiza la figura de Francisco Orrego. Algunos podrían bromear con el uso de títulos de sus propias obras para describir al autor, señalando que se ha puesto “Siútico”, “Raro” y que ya es parte de un “Rebaño” de opiniones muchas veces abusivas y algunas veces "escolares" desde la centro derecha a Republicanos.



Otro libro suyo, “Clase media”, parece resonar en el título de la columna en cuestión: “Orgullo de clase”. En esta, Óscar Contardo, para La Tercera, analiza a Francisco Orrego, candidato de Renovación Nacional y Chile Vamos, comentando que “lo que muchos ven en Francisco Orrego es la figura de un par”. Contardo destaca cómo la figura de Orrego ha cobrado fuerza a través de su presencia en un programa político de televisión popular, cuyo formato se asemeja más a una riña callejera que a un debate informado. En este espacio, donde los insultos abundan y el chequeo de datos suele estar ausente, la figura de Orrego ha crecido.


Sin embargo, la lectura de clase que realiza Contardo contiene varios errores, el más grave de ellos al proyectar sus propios juicios sobre el electorado. Al revisar los resultados de la primera vuelta, no se observa ese “orgullo de clase”, salvo algunas excepciones, Francisco Orrego ganó en comunas más acomodadas.

La popularidad de este programa de Tv de nicho, en el que Orrego destaca, se limita a su público específico y no necesariamente al electorado en general. Sin Filtros se presenta como un espacio donde se fantasea con marcar la agenda con invitados de segunda categoría, esto no desde una visión peyorativa de “progresista burgués” sino más bien desde una dinámica editorial, que apela al vértigo de un análisis superficial y a un panel que agradece tener un lugar en el espacio mediático.


Contardo argumenta que Orrego tiene un currículum débil, carece de experiencia en gestión y defiende disimuladamente intereses de dirigentes de alto rango que lo respaldan. Sin embargo, esto parece tener poco peso para quienes ni entienden del todo en qué consiste el cargo de gobernador. “Lo que muchos ven en Francisco Orrego es a un par”, dice Contardo, “alguien común y corriente que le habla fuerte a un progresismo burgués y que busca poder para ‘echar a patadas’ a quienes han defraudado al país”.


Contardo defiende su columna afirmando que solo describe al personaje, pero en realidad pasa a interpretar el comportamiento del electorado: qué características valora, cómo percibe al candidato y qué datos considera irrelevantes. Ahí radica el problema de su análisis.


Su tesis es que Orrego representa una especie de Laurence Golborne (de Maipú, egresado del Instituto Nacional y de la Pontificia Universidad Católica) pero con guayabera, alguien a medio camino aún en la ruta del poder. Sin embargo, aunque Orrego busque proyectar esa imagen, no puede desmarcarse del hecho de que estudió en un colegio pagado, al igual que muchos de los miembros del Frente Amplio a quienes desprecia por lo mismo, y que su padrino político es Carlos Larraín.

La derecha chilena, hoy agrupada en Chile Vamos, siempre ha intentado presentarse como “popular”, desde el gremialismo de Jaime Guzmán pasando por la “UDI Popular”.


Por esto mismo, es válido señalar, frente a la construcción de sujeto político, que el candidato estudió en un colegio donde la colegiatura mensual supera los $370.000 y el cual era el más clasista de su ciudad, que cursó estudios en la Universidad de Chile sin becas, pudiendo prolongar su estancia en la institución más de lo estipulado dadas sus actividades y aspiraciones políticas que retrasaban y retrasaban su titulación. Y no se puede omitir, ni minimizar, ciertos comportamientos que han suscitan dudas ética. Entre estos destaca su desempeño en el municipio de La Florida junto a Rodolfo Carter, un político que Contardo podría ver como un modelo similar de figura aspiracional. Carter contrató a Orrego para realizar informes mensuales por $2,2 millones, trabajos de 20 paginas que no tenían relación directa con el municipio, sino con temas de contingencia nacional vinculados a una posible candidatura presidencial de Carter. La Contraloría rechazó esta contratación por considerarla improcedente.



En otro episodio polémico, Josefa Barraza, actual directora de El Ciudadano, presentó una querella contra Orrego tras ser mencionada en algunos chats del líder de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul. Orrego comentó sobre esto en Sin Filtros, donde se refirió a Barraza con adjetivos como “octubrista”, “que no le daba para más”, “agente encubierta”, entre otros términos despectivos. Ambos se enfrentaron en audiencia el 17 de octubre, y Orrego debió ofrecer disculpas públicas tanto en tribunales como en el programa. Al inicio de una transmisión de Sin Filtros, Orrego se disculpó diciendo: “Hace un tiempo la señorita Josefa Barraza presentó una querella en mi contra, llegamos a un acuerdo en tribunales. Después de revisar mis declaraciones, me di cuenta de que utilicé conceptos que van más allá de lo que corresponde, como llamarla mentirosa, octubrista, que no le daba para más, que tenía una relación con Héctor Llaitul; no corresponde, y se sintió mal”.

Añadió que “cuando tengo que pedir perdón, lo hago, no tengo ningún problema con ello, soy católico, creo que engrandece y creo que el perdón es fundamental”. Es curioso que tuviera que ser en el contexto de un juicio donde se dictaminara la obligatoriedad de estas disculpas.


En una delirante y majadera reciente columna, en el medio digital de Cristian Bofill, Rafael Gumucio intentó exaltar y excusar a Orrego, vestirlo de nueva moda eco / reciclaje / autosustentable, haciendo notar en su final el “bullying” que ambos habrían experimentado en su infancia. Según Gumucio, “la contradicción que habita en Pancho Orrego debe nacer de ahí: de las ganas de reparar la injusticia de la infancia y de saber que esa te hace invencible, que te convierte en parte del clan de los fuertes que están llamados a despreciar al de los débiles”. Esta interpretación psicológica resulta interesante, aunque cuestionable, especialmente en el contexto de un candidato que sigue evocando “el comunismo” como una amenaza para el país. Discursos contrarios a lo que se espera de una nueva derecha que destaque por ser luminosa y convocante.


Orrego ha postulado “darle la oportunidad a aquellos que estamos dispuestos a poner los intereses y las lucas donde los vecinos lo están pidiendo”, pero la pregunta sigue en pie: ¿cuáles son esos intereses y hacia dónde se dirigen esos fondos en su imaginario? Es relevante analizar si este supuesto compromiso responde a una verdadera vocación pública o si es solo una herramienta discursiva.


¿Uno debe pensar que Claudio Orrego es muchas cosas?, eso cada uno lo sabe, ¿vez a un par en Francisco Orrego?, es cosa tuya también. Especialmente si votas y vas a votar en Santiago.





Por: POST𐤀

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